Ella està acurrucada a mi lado derecho. Yo en la postura del hombre cuando se acaba de correr, tumbada boca arriba completamente relajada como tomando el sol, mirando el techo sin ver nada, feliz, despreocupada, cogiéndola con uno de mis brazos con ternura. Es una escena preciosa, la miro en el espejo que nos han colocado en el techo y me regocijo en el cuadro que formamos de forma improvisada.
La cama está revuelta, y las sábanas mojadas y arrugadas, como si hubiera pasado un huracán. Preservativos y envoltorios esparcidos por doquier con nuestros juguetes tirados donde han quedado después de haberles sacado todo su provecho. Todo enmarcando el final de nuestro encuentro con Pedro, formando una de aquellas imágenes que a cualquier maniático del orden le sacaría de quicio y a mí me encantan.
Pedro sale de la ducha con una sonrisa de película, nos mira y observando los restos del terremoto del que acaba de formar parte nos dice: “Sois increíbles, chicas!” y se avalancha sobre nosotras alegremente, pasando a formar parte del cuadro.
Se tumba a mi lado y comentamos entre risas la jugada. “Qué polvazo! ..qué bien lo hemos pasado!…repetiremos pronto ¿vale?”
Ella se levanta para ir a la ducha y observo su cuerpo con ojos golosos, pues estoy más que saciada, pero esta mujer es un vicio, y me contengo para no meterme con ella en la ducha y liarla otra vez, pues es la hora de marchar.
Pienso entonces en cómo hemos ido tejiendo esta complicidad que nos ha hecho ser más que compañeras de trabajo, y me pongo a desear haber tenido una hermana pequeña como ella.
Pedro se viste silbando. Hacía mucho que no escuchaba a alguien silbar y lo miro triunfante, pues en parte nosotras le hemos transmitido esa alegría y lo hemos motivado a hacerlo.
Me siento en la cama e intento grabar en mi mente lo sucedido, guardando todos los detalles para escribir un post en honor al trío que hemos hecho esta tarde de verano.
Quiero recordar a mi compañera de aventuras tumbada en la cama mirándome con ojitos de gata, pidiéndome que le hiciera cositas mientras se acariciaba. Me viene la imagen de Pedro mirándonos fascinado sentado en el sillón tantra, conteniéndose para disfrutar en plan voyeur de nuestros juegos lésbicos con el strap-on. También afloran a mi memoria mis estremecimientos y gemidos mientras me recorrían el cuerpo estimulándome los dos a la vez, las sonrisas de complicidad, los cambios de posturas, las ganas de estar a gusto y disfrutar, la explosión de nuestros orgasmos…
Pedro nos besa a las dos y se marcha, yo me ducho y salgo con ella a la calle, donde empezamos a andar despacio, con la sensación de que volvemos de un lugar muy lejano o de otro planeta donde quizás se ha detenido el tiempo. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos, tres horas…?
No necesitamos decirnos nada, nos miramos, sonreímos una vez más y con un beso en la boca nos despedimos como dos amantes en medio de la calle.
Miro a esta preciosa mujer alejarse y mantengo mi sonrisa atontada durante todo el viaje de vuelta a casa, mientras escribo este post. Y a la noche, mientras cierro los ojos empiezo a imaginar todo lo que le haré la próxima vez a esta gatita juguetona…jeje, prepárate, querida!!