Cuando era muy pequeña, sucedió un acontecimiento en mi vida que hace poco, por mi creciente desarrollo sexual, ha vuelto a mi memoria.
Me recuerdo sentada en el patio del colegio con las piernas abiertas delante de un grupo de niños que me observaban. Yo estaba apoyada en una pared y ellos hacían un semicírculo rodeándome, mientras yo con la falda subida me apartaba las bragas para mostrarles mi vulva.
No sé cómo llegué a esa situación, solamente la recuerdo con su nudo y luego el trágico desenlace, pues una maestra, al darse cuenta de lo que yo estaba haciendo, me cogió por banda y me castigó.
Antes de sentarme a su lado, donde siempre ponía a los que se habían portado mal, no se cortó en decirme lo marrana que era y condenar mi actuación de una forma tajante, dejándome totalmente confundida, ya que yo en ningún momento había tenido la sensación de estar haciendo nada malo.
Y ahora recientemente, al descubrir mi ligera tendencia a desarrollar conductas algo similares, esta experiencia ha aflorado a mi memoria.
El otro día, me masturbé por segunda vez en las duchas del gimnasio. Por suerte todo evoluciona, y el trauma no me frena lo suficiente para dar rienda suelta a mis fantasías. La primera vez que lo hice, no había nadie en el vestuario, y solamente el riesgo de que pudiera aparecer alguna chica y verme, me excitaba. Pero el otro día quise ir un poco más allá, y aunque no estaba sola, quise tocarme. Ya no era excitación, lo que sentía era una calentura que hacía que ardiera cada célula de mi sexo, y por más que lo intenté no pude ignorarla.
Mi orgasmo fue silencioso pero increíble. Mientras escuchaba el sonido del agua corriendo en la ducha de al lado, donde una mujer seguía tranquilamente su ritual de aseo sin saber nada, me acariciaba el clítoris hasta hacer estallar mis espasmos y temblor de piernas.
Al salir del espacio de las duchas la miré disimuladamente. Observé sus pechos y su cuerpo y empecé a imaginarme todo lo que podría haber sucedido si ella hubiera estado como yo. La miré brevemente y me quedé con las ganas de darle las gracias, pero por suerte todavía discernía entre la realidad y mi ficción.
Y al salir del gimnasio, empecé a pensar en las situaciones en las que había dado rienda suelta a mis ganas de“exhibicionismo”. Y dándole vueltas al tema tuve un poco de miedo. ¿Hasta dónde necesitaría llegar para seguir disfrutando del sexo? Ya había estado desarrollando escenas de sexo en un cine, una playa, una cala, el tren y la escalera de emergencia de un hotel. No cuento como válidas las aventuras en el bosque y los clubs liberales, aunque allí me excita claramente poder ser pillada in fraganti por los excursionistas o ser vista por los swingers que follan a mi lado con sus parejas de baile.
Fotografía de autoría desconocida.
El hecho es que quiero más, y no de cualquier manera. Me voy desinhibiendo y me doy miedo a mí misma. ¿Terminaré actuando poseída por mis impulsos hasta llevarme al límite? ¿Llegará el momento en que me canse de todo esto y me vuelva radicalmente convencional? ¿Me encontraré un día con la apetencia de hacer cosas demasiado arriesgadas?
Fotografía de autoría desconocida.
No lo sé, pero por el momento, no me considero ni exhibicionista ni ninfómana, y todas estas paranoias no las dejo permanecer mucho rato en mi cabeza. Por el contrario, intento sonreír y sentirme triunfante, pues por el hecho de ser una mujer sexualmente cada día más libre, ya estoy haciendo la revolución.
Leo las definiciones alarmantes de exhibicionismo, incluso algunas matizadas de una forma muy curiosa:
WordReference: “Perversión consistente en mostrar en público los órganos genitales para sentir placer sexual.”
RAE: “Perversión consistente en el impulso a mostrar los órganos genitales.”
IEC: “Comportament psicopatològic que consisteix en l’exhibició dels propis òrgans genitals.”
WIKIP: “El exhibicionismo (del latín exhibere, “mostrar”) o apodysofilia es la inclinación de un individuo a exponerse en público de forma espontánea y excesiva. El término también refiere especifica y más convencionalmente a la conducta o perversión de mostrar los órganos sexuales y órganos considerados como partes íntimas como los genitales, glúteos, torso y pechos, a otras personas.
Clasificaciones del exhibicionismo
Es la conducta que involucra el correr en eventos públicos cuando se está desnudo. Los espontáneos en eventos deportivos suelen manifestar esta conducta.
Es la conducta que se relaciona con el levantarse la falda ante un público para la obtención de placer, como broma o como mal gesto.
Es la conducta sexual que involucra el mostrar los glúteos a un público como muestra de repudio o broma.
Es el impulso erótico en el que se involucra la muestra de la pareja sexual desnuda, es decir se muestra a la pareja sexual o imágenes de ella o él en completa desnudez a otras personas con el fin de obtener gratificación sexual.
También llamado dogging, se refiere a la realización de actividades sexuales en público, regularmente en parques y arboledas. Etimológicamente viene de la palabra inglesa dog (perro), que compara las relaciones sexuales naturales e instintivas de un perro en cualquier lugar con la actividad sexual humana.”
¿¿Comportamiento psicopatológico, perversión…?? Por suerte no me siento identificada con estas definiciones y pienso que soy más una exploradora inquieta que lo único que quiere es abrir todas las puertas de su sexualidad.
Fotografía de autoría desconocida.
Permitirme terminar este post con unos fragmentos del libro El otro lado del sexo de Valérie Tasso, del capítulo llamado “Espías del sexo-Pero ¿Qué fue del exhibicionista de la gabardina?-“
“Los exhibicionistas no han ido a ninguna parte. Siguen más presentes que nunca. Simplemente se han transformado. El exhibicionista ha sido absorbido por la sociedad para el goce de todos. Hasta se ha “institucionalizado”. Ya no enseña sus genitales. Peor: lo enseña todo. Sus estados de ánimo, y sus miserias. Ha sacrificado sus genitales en pro de su vida y encima le pagan por ello. La televisión es el marco de actuación de una clase de exhibicionismo más peligroso que el de la gabardina. Porque ¿Qué es lo que hace más daño?, ¿ver el pajarito blando de un pobre señor o aguantar horas y horas a parejas sacando todos sus trapos sucios ante las cámaras? (…) Este fenómeno, presente en imágenes, va entrando poco a poco, en silencio, en la mente colectiva. Es una bomba de efecto retardado.
Yo no estoy al margen de todo eso, formo parte de ello. Soy una exhibicionista reconvertida que ha encontrado un hueco en la sociedad. Pero, dentro de lo que cabe, intento razonar mis argumentos, a través de mis libros. Sin montar el número, cosa muy difícil con la de imbéciles que me encuentro. Y nunca pierdo la sonrisa. Recordaré al lector mal pensado que, aun siendo un personaje televisivo, gano mucho menos que cuando trabajaba libremente de puta…
El refrán “Para gustos se han hecho los colores” no parece aceptarse cuando se habla de sexualidad. Aceptamos que la gente se vista como le dé la gana, pretendemos integrar a los que son “diferentes”, usamos una palabra muy políticamente correcta como es “tolerancia”, pero cuando los gustos sexuales de algunos no corresponden con lo “convencional”, se los tacha de pervertidos. ¡Vaya humanismo de pacotilla el nuestro!” (Tasso, 2010)