Fue en un bonito hotel de Madrid donde descubrí ese curioso texto de Julio Cortázar sobre cómo subir una escalera. En una de las paredes del edificio, junto a la escalera que me iba a llevar hasta la azotea donde me esperaba mi amante, lucían cuidadosamente las instrucciones de un acto al que nunca había puesto demasiada atención.
Entre otras cosas, dice así:
“Para subir la escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en este descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombres entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)” (Cortázar, 1962, p.23)
Nadie me enseño a besar. Solamente recuerdo a uno de mis primeros novietes diciéndome una vez en un callejón mientras le daba un buen morreo “cierra más la boca”. Esto me cortó el rollo, me bajo a la tierra y me hizo dejar de tener ganas de besarle más. Yo lo hacía entregándole mi boca entera, sin importarme absolutamente nada, casi como si quisiera comérmelo de un solo bocado. Y él estaba con la cabeza encallada en la preocupación de que su mandíbula no cediera lo suficiente para comerme él a mí, ¡qué cosas! Aunque su forma de intentar instruirme fuera un tanto patosa, viéndolo ahora con perspectiva, casi que le daría la razón.
Han sido tantos los besos que he entregado y recibido desde entonces… madre mía, la de innumerables bocas que han pasado por mis labios. Bocas tímidas, salvajes, encalladas, nerviosas, explosivas, bocas que con solamente abrirse y juntarse con la tuya te recitan un poema entero o te sumergen en un pozo gris. Así que no digo nada nuevo si declaro que besar es un arte, una maestría que se teje no solamente con unos movimientos musculares de coordinación, sino que tiene que ver más con el modo de relacionarnos. Entonces espera, besar es una manera de comunicarse también ¿no?
Julio Cortázar no nos dejó instrucciones para desarrollar esta disciplina, y yo, humilde de mí, voy a lanzarme a la piscina sabiendo que me quedaré muy corta y no me acercaré ni un milímetro a la sublime destreza que él mostró al redactarnos instrucciones diversas –si aparte de subir una escalera, quieres aprender a llorar, te recomiendo encarecidamente que leas su libro, os lo menciono al final.
Antes de empezar, considerad que describo aquí las instrucciones para besos con un claro componente de deseo sexual, es decir, morreos. Nada de besitos de “hola qué tal”, piquitos o besos de abuela de buenas noches. Bien, ahí va:
Para besar hay que disponer primeramente de unos labios húmedos. Como mínimo dos personas son necesarias para desarrollar la acción, siendo el número difícil pero posible de aumentar si se desea compartir esta acción sucediendo al mismo tiempo entre todas las personas¹ .
Aparte de unos labios húmedos y dos personas, si se desea compartir un beso placentero y no gimnástico-mecánico, debe de existir un mínimo deseo sexual entre los participantes (para besos gimnásticos, aplíquese el punto¹ .) Dependiendo del grado o nivel de este deseo, las sensaciones podrán variar de una forma importante. Es influyente también el tiempo de espera que ha sucedido entre que el mencionado deseo se despertó y el beso se ejecuta, pudiendo brindar matices determinantes de intensidad, pasión o explosividad.
Para realizar el susodicho beso, han de acercar entre sí las personas participantes sus caras hasta juntar una boca con la otra. Estas estarán abiertas entre uno y dos dedos según el tipo de beso que se quiere procurar y al contactar entre ellas efectuarán movimientos combinados de apertura y cierre. Estos gestos, lejos de ser parecidos a los que hace un pez, (véase vídeo) se asemejarán a los ejecutados al lamer un helado con los labios, substituyendo en este caso el helado por los labios de la persona que recibe el beso. Puede dirigirse la atención de la lamida labial hacia uno de los labios besados o los dos a la vez, pudiendo incluso incluir mordiscos muy ligeros y entradas y salidas de lengua.
Hay que tener en cuenta, que unos labios demasiado tensos o demasiado laxos, procuraran sensaciones extrañas, incómodas o de confusión, por lo tanto, se recomienda que ante la duda, se pregunte su punto de vista a tantas personas besadas como sean necesarias hasta lograr la tensión labial equilibrada.
Para respirar, pueden las personas usar su nariz mientras besan, o detener la acción unos segundos, como cuando se bucea sin bombona de oxígeno.
La duración del beso puede extenderse tanto como los participantes deseen², pero la autora de este escrito duda del posible mantenimiento del deseo si no se realizan ciertas pausas o se intercalan con otras acciones.
La velocidad indicada para los movimientos descritos podrá variar según el clima emocional o el grado de pasión que exista en el contexto dentro del cual se desarrollen, pero cabe destacar que una velocidad lenta tiende a relajar y dar espacio para saborear el beso, y una rápida puede encajar más a menudo con un fenómeno socialmente descrito como “aquí te pillo aquí te mato”.
Se usarán los brazos para acompañar la acción y según dónde se ubiquen, se podrán transmitir variados mensajes no verbales e incluso se podrá determinar cuáles serán los acontecimientos que sucederán al beso en curso. Se recomienda fervientemente situarlos en el cuerpo de la persona besada (la contraria a la que proporciona el beso), ya que colgando a los lados puede provocar cierta incomodidad y confusión.
El beso concluye cuando se separan las bocas, pero pueden permanecer en los cuerpos que los albergan algunas percepciones experimentadas durante su ejecución. Pueden incluso nacer sensaciones nuevas después de haber finalizado éste e incluso pueden las personas que han participado en su ejecución desarrollar efectos secundarios o síndrome de abstinencia.
Ante cualquier duda, no disponiendo de escuelas, manuales o estudios complementarios que nos desvelen una formación práctica para efectuar las diversas técnicas del arte descrito, la autora recomienda tener una gran predisposición para explorar y aprender con las personas que se dispongan a ser besadas. En este punto, puede ayudar en gran medida para aprender o mejorar las habilidades labiales preguntar, consultar y pedir evaluaciones sinceras sin prestar demasiada atención al miedo al ridículo que pudiera surgir en los intentos fallidos. Así mismo, y por último, no hay que dejar de lado la consideración de que en el terreno sexual, los gustos pueden variar muchísimo de una persona a otra, y que, por tanto, no le resultará útil al aprendiz de besos desarrollar una única técnica infalible y mecánica, sino más bien aprender a prestar atención a la persona besada, escuchar sus reacciones y, si no se quiere estar todo el rato preguntando, aprender a interpretarlas.
Espero que os hayan resultado útiles mis instrucciones o que como mínimo hayáis pasado un buen rato. ¿Me he dejado algo? Mándame tus sugerencias a dinslafosca@gmail.com y hagamos de este mundo un lugar lleno de felices besadores y besadoras.
PD: Un beso!
¹ Para tres o más participantes o besos gimnástico-mecánicos, estas instrucciones pueden no ajustarse a su ejecución adecuada. Úsese en su lugar la imaginación y creatividad.
² Record mundial de duración de un beso.
REFERENCIAS
Julio Cortázar (1962). Historias de cronopios y de famas. Editorial Alfaguara. Madrid
Bulbandob (2017). Goldfish, koi opening and closing mouth in tank #2. Youtube.
Recordholders. org (s/f). World Record for the Longest Kiss. Recuperado de https://www.recordholders.org/en/records/kiss.html
Fotos: la de cabecera es de Efes (Pixabay) y la que precede a este texto es de un fotógrafo amigo mío que nos pilló a Viktoria Vaar y a mí besándonos con ganas.